viernes, 7 de junio de 2013

La interminable carencia. "Una mujer silenciosa" de Paulina Movsichoff- Hernán Lavín Cerda

Conocí a Paulina Movsichoff en 1980, si la memoria no me es infiel. Había llegado a México en 1978, luego de permanecer algún tiempo en Ecuador. La escritora nació en Argentina y vivió hasta 1982 en en el Distrito Federal: primero en Avenida Universidad y luego en Avenida Pacífico. Poco antes de regresar a Buenos Aires (actualmente vive en el barrio legendario de Boedo), obtuvo en 1981 el Premio Juan Rulfo por su primera novela "Fuegos encontrados". Esta misma novela obtuvo el Premio del Círculo de Lectores de Argentina en 1985 y se reeditó lujosamente. Los jurados fueron algunos novelistas de prestigio como Eduardo Gudiño Kieffer, Marta Lynch y pedro Orgambide, además de Isidoro Blastein y Oscar Hermes Villordo.
Volví a ver a Paulina (su abuelo vino de Odesa, aquel puerto en el Mar Negro, la vieja Ucrania) en el Museo Rufino Tamayo, durante la entrega de los premios Xavier Villaurrutia a los escritors Álvaro Mutis y Ernesto de la Peña, el 16 de febrero de este año. Fue una sorpresa encontrarme con la poeta y novelista argentina después de tanto tiempo: "No te puedes imaginar cómo deseaba volver a México, anque sea por unos días. He soñado con volver a este país donde pasé años tan felices; aquí creció mi hija Sol, aquí apareció mi primera novela, en fin. Esto del exilio ha sido terrible: estamos escindidos y creo que sin remedio; presiento que mi vida y mi escritura cambiaron en lo más profundo. Necesitaba venir de nuevo a México, casi de una manera compulsiva; quería otra vez ver sus paisajes, hablar con su gente, ver lo que están haciendo sus artistas. Me iré a Oaxaca; su luz, su transparencia, el ritmo de sus colores es algo muy difícil de olvidar..."
 Antes de su regreso a Buenos Aires, Paulina Movsichoff me regaló un ejemplar de su libro más reciente, "Una mujer silenciosa", publicado en la capital argentina por Torres Aguero Editor, en enero de 1989. La edición es bella, está muy cuidada, y leí los textos en unos cuantos días. De inmediato pude apreciar cómo se ha desarrollado en su autora la estética del exilio, un exilio de ida y vuelta.
 Recuerdo que Augusto Monterroso me lo advirtió hace más de quince años, cuando recién habíamos llegado a México: "No hay exilio en singular. Es una experiencia múltiple".
 En los catorce cuentos de Paulina, como bien lo advierten los editores en la contraportada del volumen, hay "atmósferas, pequeños climas en que el yo parece expuesto, más que a fuerzas exteriores, a profundas y pertubadoras fuerzas internas. Historias que nacen de una fragilidad o de un delirio y en donde lo concreto y lo  abstracto pierden sus contornos para producir una alucinada sensación de ambiguedad".
 En los mejores textos de la escritora argentina, todo sucede bajo la línea de flotación del lenguaje, aunque éste no parece como un simple vehículo de transmisión al servicio de alguna idea preconcebida. Es justamente en el tejido- esa enigmática línea de sombra - donde habrán de constituirse las las atmósferas, más o menos densas, en cuyo interior deambulan los personajes como fantasmas, comunicándose no siempre a través de las palabras. Paulina Movsichoff proviene del sitema elítptico que, como sabemos, se reconoce en la poesía. Ella es oficiante del rito sagrado y, como tal, sabe dar en el blanco o desaparecer, esfumándose, cuando es preciso. Su universo de ficción es de intimidades y sutilezas, y sus personajes son figuras de identidad improbable: más bien espectros encarnados por medio del lenguaje, pero que han debido soportar el peso de la historia: olvidos de autodefensa, memorias a veces autodestructivas, pasiones transfiguradas en el recuerdo, guerras de ayer contra el indio, guerras de hoy entre casi todos, desapariciones, crueldades de signo político, erotismo imaginario como en aquellos personajes de Luis Buñuel en su película "El discreto encanto de la burguesía". Lo que estuvo a punto de ocurrir y no ocurrió: la estética del deseo jamás consumado. La interminable carencia.
 En varios de los cuentos, el nudo de la tensión argumental se resuelve, fácticamente, mediante alguna información significativa que tiene la virtud de funcionar como una especie de luz que alumbra todo el texto en diferentes direcciones. Dicho de otro modo: la coda iluminante o el final sorpresa. En otros relatos, son las profundas y perturbadoras fuerzas internas las que van provocando la espesura psicológica y la densidad linguistica; no obstante, hay que señalar que la narrativa de Paulina Movsichoff no está orientada hacia el barroco latinoamericano de las úlitmas décadas. Para decirlo de manera general, su lenguaje pertenee a cierto coloquialismo que consigue eludir las tentaciones de la simple y devaluada imitación callejera; no hay en su escritura una copia fiel de los registros de la oralidad, sino más bien uan transformación artística a partir de dicha oralidad.
 También deseo referirme, aun cuando sea fugazmente, al buen tratamiento que la autora le confiere - desde el punto de vista técnico - a sus narraciones. En líneas generales, hay una buena utlización de los monólogos interiores, así como de ciertos dialogos incorporados, a veces, a dichos monólogos; otro de los recursos técnico-estilísticos es el cambio de los puntos de vista del narrador (o de los narradores) per dentro de una misma cadena o bloque narrativo. Un tanto a la manera de Julio Cortázar, y como si fuese un fraseo jazzístico, a través de una velocidad que tiene que ver con el uso del polisíndeton o de las pausas breves marcadas por comas, se desarrollan algunos de los cuentos de Paulina Movsichoff. En ortos momentos, como en "Esos señores muy altos", el texto adquiere su propia esatura mediante el sutil manejo del punto de vista en los labios de una niña que, como si fuera un testigo inocente, descubre la persecución y el miedo de los adultos durante aquellos años terribles: "A mí lo mismo me gusta el campo, sobre todo esos días en que se nubla para llover y las hojas y las flores parece que cambiaran de color y hay un perfume que sube de la tierra, como de limones. También me encantan las luciérnagas y esos bichos más grandes, los tuco pan, papá me pilló uno la úlitma vez que estuvimos y me lo puso en una cajita de fósforos. Yo la abría de noche,cuando se dormían,  y era como tener una linterna, una linterna viva, toda patas y alas y ojos." De pronto la visión de la niña cambia cuando surge la violencia desde el exterior: "Papá saca la llave para entrar en casa y de repente se pone pálido cuando ve a unos señores muy altos que esperan carca de la puerta. Están parados junto a un auto negro y entonces nos dice bajito y con una voz como de enojado vayan para adentro, rápido, pero nosotras no entramos nada, qué querrán esos señores que ahora agarran a mamá por el cuello, a mamá que lleva la botella de sidra y le dan un empujón para meterla en el auto. Ana se agarra de su pollera pero ellos la desprenden y la alejan, entonces las dos lloramos no se lleven a mamá y papá quiere defenderla y le pega una trompada al más alto, pero él saca una pistola como las de la tele y ahora a papá le corre sangre por la cara y lo empujan también adentro y se van rápidamente mientras Ana y yo nos quedamos en la puerta..."
  Diremos, por último, que Paulina Movsichoff demuestra poseer una poderosa sensibilidad que, en sus mejores momentos, se convierte en literatura de alto nivel cuando se crea ese equilibrio básico entre lo sensible y la facultad expresiva. Tal fenónemo ocurre en varios de sus cuentos y, de modo muy intenso, en ese relato de progresiva alteración psicológica que da titulo al libro: "Una mujer silenciosa". Un texto de primera categoría: ¿fetichismo mayor? ¿sucedáneo buñuelesco o fellinesco? Inolvidable muñeca de plástico (más carnal que la carne misma), impasible ante los juegos eróticos de Juan Carlos, pero con la cualidad misteriosa de embarazarse lentamente. Dije alteración psicológica, pensando en Juan Carlos, pero empiezo a tener dudas. Creo que esa muñeca, que es el doble de Elvira, su mujer muerta, es aún más real que la propia realidad de la difunta del recuerdo.

Paulina Movsichoff. "Una mujer silenciosa". Buenos Aires, Torres Aguero Editor, 1989.

Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México. Vol. XLIV   número 465  octubre 1989
       

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