A Rosario
Castellanos (Ciudad México, 1925-Tel Aviv, 1974) un periodista le preguntó qué
le hubiera gustado ser sino hubiera sido escritora, y ella contestó: “Personaje
de una novela”.
Ese anhelo lo concreta Paulina Movsichoff en este
estupendo libro, cuyo título es la definición que da de la palabra la consagrada
y admirada poeta, narradora, dramaturga y ensayista mexicana -lamentablemente
muy poco conocida en la Argentina-, que fue, además, catedrática, promotora
cultural y embajadora de su país en Israel. Un importante premio lleva su
nombre, que en 2010 se le concedió a Elena Poniatowska.
Uno de los
tantos logros de la novela es haber captado esa inmensa pasión por las letras
que alimentaba el alma torturada de Castellanos (“Reconoces que es cierto, que
nunca dejaste de escribir, desde aquella vez en Chiapas, en que te miraste al
espejo y no había nadie”). La novela reproduce poesías de la biografiada, que
permiten apreciar su mundo creativo, tan bello y particular. Su desdichada
existencia fue desbordada por la insatisfacción –llegó a intentar suicidarse-,
que pudo sobrellevar gracias a esa entrega literaria. Porque sufrió en carne
propia la violenta agresión que padece la mujer en México, y desde pequeña le
fue inculcado un sometimiento absoluto hacia el hombre. De allí su desgraciado y
casi enfermizo amor por Ricardo Guerra, quien no se cansó de humillarla. Además,
como toda mexicana de su generación, idealizaba excesivamente la relación de
pareja.
La historia que propone Movsichoff no es lineal, sino que a
manera de fogonazos – y utilizando la primera, la segunda y la tercera personas-
va contando, sin seguir un orden cronológico, vida y obra de esta excepcional
escritora. Su prosa, serena y fluida, transmite con exquisitas imágenes y un
inspirado pulso poético la introspección que imagina en Rosario Castellanos:
“Tal vez te preguntaras cuál fue el Suceso, ese que te arrojaría en el mar
proceloso de la soledad”.
Más allá de desplegar sus magníficas dotes
narrativas, la autora demuestra haber realizado una ardua investigación sobre la
trayectoria de la poeta, y señala que fue defensora de los derechos de los
indígenas (trabajó en el Instituto Nacional Indigenista) y de la mujer (“no es
el indio el último eslabón de la sociedad, sino la india”). En uno de los tramos
la protagonista es entrevistada, un recurso que utiliza Movsichoff
inteligentemente para suministrar con precisión datos bibliográficos, como la
cita de varias de sus novelas (
Balún Canán,
Oficio de Tinieblas),
la pieza de teatro
El eterno femenino, y parte de su obra poética
(
Trayectoria del polvo, Apuntes para una declaración de fe y
De la
vigilia estéril).
La autora domina el habla popular de México –donde
residió varios años-, lo cual otorga al texto convicción y verosimilitud. Por
Fuegos encontrados recibió el Premio Juan
Rulfo en México para Primera Novela 1981 y el Premio Círculo de Lectores 1985 en
Buenos Aires, y por
Las fábulas del viento el Segundo Premio Municipal de
Novela 1986-1987.
El arca de la memoria es otra de sus brillantes obras
en su reconocida carrera literaria.
el 3/03/2013 10:00:00
a.m.
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