[…] Pero ya sino también escribirlo a máquina,
no sólo concebir al niño
sino también darlo a luz,
no sólo dar a luz al niño
sino también bañarlo,
no sólo bañar al niño
sino también alimentarlo,
no sólo alimentar al niño
sino también llevarlo
a todas partes, a todas partes…
mientras que los hombres escriben poemas
sobre los misterios de la maternidad […]
Erica Jong
Leo algunos poemas de Erika Jong y creo que hay algo seguro en ellos, aunque muchas cosas se me escapan. Hay un umbral tan bello como infranqueable en todos ellos que me deja del otro lado, y puedo así entender su tono contestatario, su fuerza y su denuncia, mientras algo se mantiene extraño, lejano. En 1989, Paulina Movsichoff publica un libro de cuentos llamado Una mujer silenciosa, y mientras leo un cuento incluido en ese libro, “El niño Eusebio”, de nuevo entiendo lo que se va diciendo y de nuevo veo aparecer el umbral. Si unifico, hallo una razón de ser: los dos son casos de literatura escrita por mujeres. Sin embargo, al practicar este ejercicio tan sencillo, también estoy poniendo en marcha otro que devela sentidos insospechados a la vez que triviales, la oposición: precisamente puedo unificar porque puedo oponer una literatura a otra, una literatura que hacen las mujeres y otra que hacen los hombres. Si hay oposición, hay diferencias; quizás el umbral se explique en estas diferencias, quizás esas diferencias expliquen mi competencia como lector y no como lectora, quizás expliquen más sobre “El niño Eusebio” de lo que se pueda sospechar.
Isidora incendia la casa de sus amos mientras ellos duermen dentro. Todos mueren, aunque el único que muere es Eusebio. Para Isidora la única muerte es la de Eusebio, por eso esta no es una historia de asesinato, es una historia de amor, contada por ella a través de un monólogo desinhibido y bello. No llama tanto mi atención que Isidora sea la sirvienta cortejada por el niño de la casa, ni el detalle de las labores domésticas, ni los pormenores del crimen como el hecho de que ella misma sea la reportera de su historia. Isidora cuenta su historia a Eusebio, él es el escucha, hacia él va dirigido todo el discurso. La historia no dice nada si se piensa a Isidora como una loca asesina que, recluida en una cárcel o casa de rehabilitación, repite una y otra vez un pasado que la ha marcado para siempre. Pensar así es hacer prejuicios. Si no pienso a Isidora como la demente despechada, entonces se hacen apremiantes las explicaciones que definan su papel narrador. Narradora que construye a través del recuerdo la historia de Isidora, Isidora hace uso, para lograrlo, de un discurso desprovisto de solemnidad y la mayor parte de las veces de un discurso al que Barthes denomina discurso amoroso (Barthes, 2004). Al parecer aquí surge una contradicción, pues se podrían pensar como términos afines lo amoroso y lo solemne, sin embargo ¿esta afinidad es una constante en toda literatura de corte amoroso o existe otra que escapa a tal correspondencia?
En su libro Fragmentos de un discurso amoroso Roland Barthes expone ejemplos múltiples de lo que llama el discurso amoroso. Lo hace a través de figuras, que son más bien una suerte de criterio organizador. Toma el sentido de la palabra figura directamente del griego, donde éste es gimnástico, coreográfico, y así se aparta del sentido retórico y las figuras representan mejor al enamorado que articula, como el orador. Las figuras entonces son reconocidas como el núcleo temático de un fragmento de discurso amoroso, de donde, evidentemente, forman parte. Así, las figuras clasifican el discurso amoroso que Barthes va encontrando en conversaciones con amigos pero sobre todo en la literatura (Barthes, 2004). El libro entonces está compuesto por ochenta figuras, cada una de las cuales se presenta por su nombre, su argumento y su discurso. Para ejemplificarlo tomo la figura “Abismarse”. El libro presenta esta figura, y este procedimiento se sigue con todas las demás, a través de la interpretación, y luego la reelaboración en primera persona (la mayoría de las veces), de Barthes sobre un fragmento de discurso amoroso literario o simplemente amoroso. Así, Barthes interpreta y reescribe en primera persona un fragmento de Werther de Goethe, por ejemplo. Werther siente que se abisma, que sucumbe bajo magníficas visiones, Barthes escribe: “1. Herida o felicidad, me dan a veces ganas de abismarme. Esta mañana (en el campo), el día es gris y benigno. Sufro (no sé qué incidente) […]” (Barthes, 2004: 21). Éste es el procedimiento seguido en todo el libro y me sirve aquí para explicar cómo procedí yo en el análisis de “El niño Eusebio”.
Barthes procede, como ya se vio, a través de figuras clasificatorias. Copio su procedimiento y trato de encontrar figuras propias, para luego compararlas con las barthianas. Sin embargo, lo primero que se hace necesario es separar dos discursos que, a pesar de fluir en uno mismo, están opuestos, me refiero a que la narradora adopta la voz de Eusebio y bifurca su discurso: si uno es de Isidora y el otro de Eusebio, tienen que ser analizados separadamente. Los siguientes cuadros muestran las figuras que están presentes en los dos discursos amorosos (el de Isidora y Eusebio) y su ejemplo tomado directamente del cuento :
Isidora, figuras Ejemplo
Negación “No voy a llorar por vos, niño Eusebio […]”(Movsichoff, 1989: 63, 68).
Lasitud “[…] ya todo me da lo mismo […]” (Movsichoff, 1989: 63).
Entrega “[…] yo también te quiero, aquí estaré esperando que vuelvas, todas las siestas dejándote que hagas conmigo lo que mejor te plazca […]” (Movsichoff, 1989: 66).
Celos “[…] las caricias que no podés hacerle a la otra porque ella tiene una cachucha de ceda que no debe rasgarse […]
[…] y yo esta vez cerrando los ojos para imaginarla a ella entrando en la iglesia con su apariencia de nube, de gota de agua, su pelo recogido en la corona de azhares, sí niño Eusebio, como usted quiera, niño Eusebio, imaginándomela como un ángel vaporoso que avanza a los sones del órgano […]” (Movsichoff, 1989: 66).
“[…] que no quería, niño Eusebio, que ya no quiero saberte de la otra, teniendo con ella señoritos que heredarán tu nombre y tu riqueza […]” (Movsichoff, 1989: 68).
“[…] dónde se ha visto que una niña bien, él sólo puede trajinar en mi cuerpo […]” (Movsichoff, 1989: 66).
“[…] esos ojos color verde mar que contemplan el mundo desde sus alturas ociosas de mujer rica, mientras yo deslomándome […]” (Movsichoff, 1989: 67).
Anhelo “[…] prefiero pensar en que algún día nos encontraremos en algún rinconcito del cielo […]” (Movsichoff, 1989: 68).
“[…] esperando el momento en que pueda verte en alguna esquinita del otro mundo, Isidora, por qué hiciste eso y yo te abrace y te diga que ahora serás mío para siempre, mío para toda la eternidad […]” (Movsichoff, 1989: 69).
Cuadro 1
Eusebio, figuras Ejemplos
Declaración “[…] el niño Eusebio que se acerca en puntas de pie mientras yo allí temblando como un pajarito asustado, estás dormida, Isidora, y se sienta en el borde y me mira con las dos lagunas en reposo de sus ojos y yo voy sintiendo como mi cara se acalora no te asustes , me gustás mucho Isidora, hablándome al oído muy bajito como nunca nadie […]” (Movsichoff, 1989: 65)
Promesa “[…] y te compraré un chal, Isidora, y unos zapatos blancos y una cartera, tendido a mi lado con la risa suelta jugando con una de mis trenzas, ya verás, Isidora, qué envidia te van a tener tus amigas cuando salgas a pasear el domingo […]” (Movsichoff, 1989: 66)
Cuadro 2
Una vez que identifico y establezco las figuras que componen el discurso amoroso del cuento, puedo comparar. Siguiendo el orden de los cuadros, comparo entonces las figuras clasificatorias que yo formulé con las figuras de Barthes. Isidora empieza su narración negando sus lágrimas y, por extensión, negando un sentimiento de compasión hacia Eusebio. Para mí, la figura que se traza en este fragmento del discurso de Isidora no está motivada por el hecho mismo de llorar, sino por el de negar (figura Negación); sin embargo, en Barthes no hay ninguna figura que se corresponda con esto, sino, más bien al contrario, con la primera que yo desdeñé. La figura “Llorar” en Barthes es definida, entre otras cosas, como el acto a través del cual se quiere impresionar al otro, se lo quiere mover a la conmiseración, y por otro lado es una prueba de que el dolor que siente quien llora no es una ilusión (Barthes, 2004). Isidora no puede pretender que Eusebio se compadezca de ella, él está muerto, tampoco quiere reafirmar su dolor, ella más bien está en un paso intermedio, no ha llorado todavía y sin embargo siente deseos de hacerlo, pero se contiene, sacrifica el acto de las lágrimas por uno de justicia. Isidora ama a su Eusebio muerto, pero la promesa del cielo que se lo devolverá por un acto de justicia suprime, aunque sea por una vez, su duelo. Esta negación del duelo, repito, es posible gracias al cielo prometido pero fundamentalmente a que reclama justicia y absolución por el acto cometido. En todo el libro de Barthes, ninguna de sus figuras se identifica exactamente con esta negación e, incluso en un sentido, la figura “Llorar” se le opone.
En la figura Lasitud, que yo propongo, el discurso significa una actitud especial ante la vida. Al ser el asesinato la única vía a través de la cual Isidora reobtiene el objeto deseado, y justificado esto en su propio imaginario religioso, donde la justicia desvanece las consecuencias del acto criminal, la vida aparece, entonces, como una carga pasajera que habrá que soportar para alcanzar lo que se desea. Isidora languidece ante la vida, su actitud es de desánimo, de indiferencia; Eusebio la espera en el cielo, habrá que irse pronto del mundo para alcanzarlo. En la figura “Abismarse” de Barthes, el desvanecimiento como escape y el abismo como aniquilamiento oportuno coinciden con la lasitud de Isidora, pero la dulzura y el no-refugio de la muerte se le oponen (Barthes, 2004). Sólo en parte la figura que yo propongo coincide con la figura de Barthes.
En la figura “Celos”, Barthes interpreta el discurso de Werther como el de un hombre que piensa a la gente que está cerca de Carlota como adversarios, competidores. Por otro lado interpreta al celoso como un ser que sufre cuatro veces: por ser celoso, por reprochárselo, por temor de que los celos hieran al otro y por su sometimiento a una nadería (Barthes, 2004). La figura que yo propongo con el mismo nombre sólo coincide con la interpretación de Werther, pues Isidora afirma a la novia de Eusebio como adversaria, por eso se compara con ella, sin embargo, ninguno de los cuatro sufrimientos del celoso barthiano son padecidos por Isidora.
Hasta aquí, puedo ver que las figuras que asigné a Isidora apenas comparten unos cuantos rasgos con las figuras de Barthes. Para agravar esto, incluso hay una figura en el discurso de Isidora que no comparte nada: la figura que yo llamo Entrega.
Muy diferente es el caso del discurso de Eusebio. Las dos figuras que le asigné, Declaración y Promesa, coinciden de manera singular con la figura “Declaración” de Barthes. Las palabras de amor y las promesas que Eusebio hace a Isidora son llamadas por Barthes, en su figura, roces:
La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretamente, indirectamente, un significado único que es “yo te deseo”, y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso a cerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación (Barthes, 2004: 82).
¿Por qué el discurso amoroso de Eusebio (que apenas está perfilado y se encuentra totalmente subordinado al de Isidora) halla una mejor correspondencia con las figuras que Barthes propone en su libro que el discurso amoroso de Isidora? Quizás, una posible respuesta a esta pregunta se encuentre en la figura Entrega del discurso de Isidora, que no analicé antes. Si por entrega entiendo el acto por medio del cual alguien pone en manos de otro algo, entiendo también que la actitud de Isidora, al ponerse a disposición total de Eusebio, es una actitud de renuncia hacia su individualidad para pasar a formar parte de algo que está fuera de ella. Esto es un acto por demás amoroso, es la búsqueda de la integración con el otro que forma el uno. Esta integración también la plantea Barthes en su figura “Unión”, pero no deriva de la entrega de un ser hacia otro. Además, el sentido de unión de la interpretación barthiana se diferencia radicalmente en un punto con la entrega de Isidora: el cuerpo. Barthes jamás sugiere en la interpretación de esta figura el cuerpo por el simple hecho de que no presupone como un paso anterior la entrega (entrega, en este sentido, no sólo de los sentimientos, sino también corporal). Cuando Isidora dice a Eusebio que lo esperará para que haga con ella lo que quiera, se está refiriendo a su cuerpo, aunque, por una sinécdoque, esté también abarcando la parte sentimental.
El cuerpo no está más que sugerido y siempre subordinado a lo sentimental en todas las figuras barthianas; ésta es quizás una respuesta a la pregunta arriba planteada y todo el discurso de Isidora sirva quizás también para sostenerla. A cada una de las figuras que propuse las extraje de un solo fluir discursivo donde lo corporal es ubicuo y siempre tiene connotaciones sexuales. El cuerpo y el sexo es denunciado sin la menor solemnidad por Isidora, y fragmentos de su discurso como: “[…] él sólo puede trajinar aquí en mi cuerpo, objeto no prohibido de su deseo, chupando mis pezones, mordiéndomelos hasta arrancarme un grito pero igual quiero más niño Eusebio […]” (Movsichoff, 1989: 66), o mas aún: “[…] buscando las huellas de tus besos en los desórdenes de las sábanas, siguiendo tus urgencias de marido en las manchas de semen, recogiendo los rizos de tu vello para metérmelos entre los senos […]”(Movsichoff, 1989: 68) no tienen cabida en ninguna de las figuras expuestas por Barthes. A pesar de esto, el discurso de Isidora no deja de ser amoroso, no deja de contener la misma realidad amorosa que el de Werther, por ejemplo. ¿Cuál es la razón, entonces, de que Barthes no contemple este especto “corporal” en sus fragmentos de discurso amoroso que por el contrario es tan indispensable en la formación del discurso amoroso de Isidora? ¿Existe alguna relación entre esto y el hecho de que los discursos amorosos que Barthes interpreta en su libro sean casi todos discursos procedentes de literatura escrita por hombres?
Sólo en dos casos en el libro de Barthes el cuerpo no está subordinado a lo sentimental. El primero se presenta en la figura “Obsceno”, donde Barthes cita directamente un fragmento de L’œil pinéal de Bataille. El segundo (una de las contadas alusiones a literatura escrita por mujeres) aparece en la figura “Languidez” en una cita de Safo. Esto evidentemente no contesta las preguntas anteriores, pero por lo menos puede abrir un panorama donde surjan más preguntas en relación a la literatura escrita por mujeres y la literatura escrita por hombres y donde, sobre todo, surjan respuestas nuevas.
Bibliografía consultada
MOVSICHOFF, P. (1989), Una mujer silenciosa, Buenos Aires, Torres Agüero Editor.
BARTHES, R. (2004), Fragmentos de un discurso amoroso, México D.F., Siglo Veintiuno Editores.
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla- Facultad de Filosofía y Letras
Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica
ESCRITORAS CONTEMPORÁNEAS
Directora de la cátedra- Dra. Raquel Gutierrez Estupiñán
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