lunes, 6 de enero de 2014

LAS PURAS EXISTENCIAS. CONVERSACIONES CON TERESA PARODI- Paulina Movsichoff



PRÓLOGO

  Apenas de vuelta en Argentina, por aquellos jubilosos días de nuestra recién inaugurada democracia, me topé  con el disco de una cantante desconocida hasta entonces para mí: Teresa Parodi.  Una mujer joven, de pelo castaño y ojos claros, sonreía desde la tapa de aquellos entrañables y desaparecidos longplaying, saludándonos con un: “Cómo están mis amigos”. Y este saludo se repetía en guaraní. Obedecí a la voz secreta que me incitaba a comprarlo, a esos silenciosos argumentos que suelen ser más fuertes que los de la sensatez. Esa tarde, al lado de mi viejo tocadiscos, escuché una y otra vez aquellas canciones que removían en mi interior cortezas de tiempo y me llevaban de nuevo a la frescura de mis orígenes. De esos orígenes que muchos imagináramos definitivamente perdidos en la obligada diáspora de aquellos años. Sí, allí estaban los patios viejos, los naranjos, las calientes siestas provincianas, esos olores y sabores del monte que ya forman parte de la historia de nuestra alma, pero también de aquellas “puras existencias”, al decir de Miguel Hernández, aquellos hombres y mujeres de nuestro interior, con sus desdichas, su tozuda esperanza, su fuerza siempre invicta. Ellos hablaban, amaban y decían sus dolores a través de la voz, la poesía, el canto, en fin, de Teresa. No he dejado de escucharla a través de los años como a una Ariadna que nos provee el hilo con el cual podremos recorrer el laberinto de nuestra identidad.
  “La poesía suministra a la historia una imagen de lo que es eterno en cada pueblo”, dice Luis Santullano en el prólogo a los Romances de España y América y esto es lo que logra Teresa con su canto, atravesado por ese ritmo envolvente y voluptuoso y travieso que caracteriza a la música de su tierra. Para decirlo con con sus propias palabras, nos da “a beber el agua pura de indecibles nostalgias y el frescor transparente de los cántaros. “
  Por eso estas conversaciones, en que la escuché desenredar recuerdos y fuimos acercándonos a uno de los elementos más importantes y siempre presente en su trabajo: la oralidad; esa irradiación de la cultura del pueblo que, en este caso sería Corrientes, pero que puede aplicarse a todo nuestro interior. Un manto de silencio se cierne hoy sobre toda esa realidad que, sin embargo, conserva intacta su bullente vitalidad, su honda y universal sabiduría. Teresa la recoge y, en una feliz alquimia, la transforma y recrea. Lo folklórico y literario se funden en una síntesis que para nada necesita de rótulos o etiquetas. Como los antiguos juglares, ella da testimonio de los suyos, de los que son permanentemente ignorados por los poderes de turno y cuya voz se intenta siempre tapar con un estridentismo vacío  de contenidos.
  Si la poesía es liberación por la palabra, Teresa abre también, con la suya, las puertas a la más marginal de las marginalidades: la de la mujer humilde. Y se instala entre nosotros para que sea ella quien nos cuente sus esfuerzos, sus tareas ingratas, animándola a su vez a sacar los sueños de las honduras de sus dolores.: “Acostumbrate a tocar el cielo, como si fuera tuyo, Margarita”. Entonces una recuerda a esa princesita del poema de Darío, a aquella otra Margarita que se fue” bajo el cielo y sobre el mar/ a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar”. Porque la Margarita es una mujer de “origen despiadado”, pero ello no la priva de nuestro derecho más humano: el de imaginar.
  Teresa arremete, asimismo, contra los tópicos de represión y timidez, nos incita a hablar, a decir en un auténtica rebeldía que la convierte, a su vez, en una mujer auténtica.
  Sus canciones, atravesadas por el ritmo y por el baile pero en donde no se puede soslayar el elemento visual, despiertan en nosotros esa “fuerza gozosa” de que hablaban los orientales. De Teresa  podría afirmarse lo que se dijo alguna vez de Guillermo Enrique Hudson: “Poseyó la felicidad de mirar, pero también de contar lo  que había contemplado.” Por todos sus sentidos percibe el encanto de las cosas y nos lo transmite con minuciosa fidelidad.
  Su canto es de revelación, lo que al conduce a una inocultable rebelión. “Rebelión y revelación, lenguaje y pasión son manifestaciones de una realidad única”, afirma Octavio Paz. Por eso hay en ella una raigal continuidad entre vida y creación.
  El empeño en adoptar el género popular como material poético ha sido en Teresa un acto de libertad.  Una “Insurrección del canto”, para parafrasear a nuestro poeta Luis Franco. Porque, como dice Foucault. “El lenguaje no está ya ligado al conocimiento de las cosas sino a la libertad de los hombres”. Libertad que Teresa persigue con fervor alucinado y que no encuentra sino en el canto, ese que queda revoloteando entre nosotros con sus dos alas radiantes de maravilla.


Buenos Aires, marzo de 1998                       

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