Princesa de los pies descalzos
y reino de cenizas
Atraviesas tu medanal de olvidos
para alcanzar la puerta de mi infancia
los corales hundidos de la siesta
la palmera salvaje que cobijé en mi pecho
Princesa mendigadora de harapos
siéntate conmigo a la sombra del poema
y háblame de los cardales florecidos
de las largas y sangrantes arenas
en donde enterraste tu corona de viento
En tus ojos brillaba
la mirada acechante de tu padre
sobre el leve vibrar de las jarillas
y también el despreciado duelo
de todas tus hermanas
Exiliada del tiempo
Sacerdotisa en los humeantes tembladerales de la ausencia
Yo te presto mi pluma
que apenas entreabre las palabras
mi rebeldía atada a mansedumbres
mis inviernos de encendidos ayeres
Tal vez con ellos puedas dibujar
el deseo
Todo aire es danzable- Torres Agüero Editor
Todo comenzó en aquellas bochornosas e interminables tardes provincianas. Por aquella época una mujer de piel cobriza y larga trenza recogida en la nuca llamaba a nuestra casa para pedir ropa usada. Hondas arrugas surcaban su cara, pero los ojos eran increíblemente jóvenes y vivaces. "Saluden a Gloria Yanquetruz", decía mi madre. Alguna vez nos explicaría que era la hija de un Cacique, una princesa. La invitaba a pasar y a sentarse bajo la sombra acogedora del parral.Un verano (no sé por qué este recuerdo va siempre asociado al del verano), la mujer dejó de ir. Desconozco si algo le sucedió o si su ausencia se debió a que yo crecí, y ciertos encuentros se dan cuando el asombro no ha tenido tiempo aún de opacarse. Comencé a alejarme entonces, a conocer los laberintos del tiempo y la nostalgia. Comencé a presentir oscuramente que la única forma de regresar era reteniendo esas imágenes que se me resistían cuando más trataba de apresarlas. Entre éstas perduraba, quieta y alucinante, la de aquella princesa que pedía limosna.La distancia fue creciendo y, con ella, la certeza de que el recuerdo era la única forma de saber, de saberse. Por eso esta novela, fruto de la dislocación y el desarraigo, en donde los fantasmas luchan por dejar de serlo y "hay un olor mohosamente nostálgico, como de cenizas antiguas", para decirlo con palabras de Faulkner. Novela que pretende rescatar un tiempo épico, pero también sus puertas cerradas y sus murmullos. Donde la memoria es un viento que nos lleva más allá de nuestra pequeña existencia individual, para confluir en el inmenso mar de las vidas que constituyen el pasado.Palabras escritas por mí en la contratapa de "Fuegos encontrados", novela inspirada en Gloria Yanquetruz y que obtuvo en México el "Premio Juan Rulfo para Primera Novela" en 1981 y en Argentina el "Premio "Círculo de Lectores", en 1985, con un jurado integrado por Marta Lynch, Isidoro Blastein, Pedro Orgambide, Eduardo Gudiño Kiefer y Oscar Hermes Villordo.
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