En los
artículos en que aborda su obra, Valle Inclán se presenta como esencialmente
lírico. “Poeta ultralírico – dice- no creo, sin embargo, en lo sobrenatural; en
mi obra he procurado únicamente hacer jardín y hacer valle; y entiendo que unos
colores, unos sonidos, unas claridades de esta vida son más que suficientes;
las armonías, las melodías, he ahí todo; Dadme siempre una mujer, una
fuente, una música lejana: rosas, la
luna – belleza, cristal, ritmo, esencia, plata – y os prometo una eternidad de
cosas bellas.” Estas palabras pueden ser la llave que nos introduzca en esta
pequeña obra donde la belleza y el ritmo se unen a la caricatura, precursora de
los “esperpentos”, en donde la palabra es música, color, sugerencia. En donde
el gusto por lo exótico se entremezcla y se impregna con lo auténtico español.
La marquesa Rosalinda se vincula
con la etapa modernista de Valle Inclán.
Vemos pasar la sombra de Darío en sus personajes. Marqueses y abates, en el
paisaje versallesco, cisnes y lagos, jardines de ensueño, lunas plateadas. La
obra es, además de esto, una sátira en donde las criaturas humanas alternan con
figuras de fantasía: Arlequín, Pierrot, Polichinela. Todo esto en un conjunto
de frivolidad, ligereza y ritmo que contribuyen a acentuar la estructura de
verso y la variedad de la rima. La obra es denominada por su autor como farsa
“grotesca”. En ella se narran los amores de la Marquesa Rosalinda con Arlequín,
todo envuelto en una atmósfera de humor y romanticismo, de preciosismo y
caricatura. “En el jardín métrico de mirto y ciprés / con cisnes y rosas. La
decoración/ clásica, del siglo dieciocho francés, que amaba la corte del primer
Borbón”. Y más adelante: “Traviesas
meninas del cortejo real/ con polichinela tejen un dancil./ Promueven las risas Babel de cristal, / suena la joroba
como un tamboril”. Un deleite sensual se desprende de la descripción de los
trajes: sedas, puntillas, gayas plumas, brillo de joyas. En la descripción del
paisaje en donde abundan las sinestesias, las sensaciones cromáticas,
auditivas, táctiles: onda que gime, rosas frescas, fronda que tiembla con rumor
de raso. Sus personajes son a la vez humanos y caricaturescos, hay un sentido
del honor español envuelto en un halo de pirueta y burla, de farsa y dolor. La
marquesa de Rosalinda, publicada esta vez por Editora Nacional de Madrid,
implica un esfuerzo por captar la subjetividad de las cosas, la música, el
color y sonido de las apariencias, una peculiar manera de abordar el mundo, y
presentarnos sus criaturas en la ficción.
Comentario leído en la audición BIBLIOTECA DE RADIO NACIONAL- 27/ 4/ 71
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