El sol es un machetazo en el sendero
y Magdalena busca la
sombra del guayabo
El niño se le prende
del pezón
pero ella ni
siquiera siente que sus trece años
le viajan furia
adentro
pena arriba
como el naufragio de
un beso en la inclemencia
De repente una
música
se le instala en el
pecho como una pajarera
o como un hipocampo
enardecido
La ha escuchado
temprano por la radio
y nunca oyó hablar
de Mozart
Sin embargo ahora
ese recuerdo
la baña de frescura
como brisa instantánea
y de su seno
comienzan a manar mieles recién improvisadas
dulzuras de calesita
girando en el otoño
la desnudez de un
ángel en la lluvia
Magdalena sube la
cuesta de diciembre
con su crío en la
espalda
y de pronto se
descubre dorada
Una ternura de
caléndulas
Le borda un regocijo
en la cintura
Confesiones del relámpago
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