domingo, 21 de marzo de 2010

Belleza del mundo- Paulina Movsichoff




Estos eran un rey y una reina que tenían un hijo varón. Como no pudieron tener más hijos Neftalí, que así se llamaba el niño, creció rodeado de mimos. Sus padres veían con orgullo cómo se iba poniendo cada vez más fuerte y buen mozo. Pero Neftalí no era feliz. Pasaba largas horas en una de las terrazas del palacio con la mirada perdida en la lejanía. Una de esas noches, cuando conversaban junto a la chimenea, la reina le preguntó:
-¿Te pasa algo, hijo mío?
-Sí, madre - contestó él -. Yo los quiero mucho pero me siento encerrado aquí. Me gustaría salir por el mundo.
A los reyes les daba mucha pena el sólo pensar en la ausencia de su hijo, pero por sobre todas las cosas querían que fuera feliz. Así que lo dejaron ir. El rey le llenó las alforjas de monedas de plata y la reina ordenó que le prepararan una cesta con provisiones para muchos días. Apenas se oyó el canto del gallo, Neftalí atravesó las puertas del palacio montado en un caballo blanco.
Anduvo dos días enteros, deteniéndose sólo por la noche para descansar. Debía dormir al descampado, porque por esos lados no se veía casa alguna. A la tercera noche, una terrible tormenta lo obligó a refugiarse en una caverna de las cercanías. La suerte no le sonrió tampoco allí, porque una banda de ladrones tenía en ella su guarida. Los bandidos le quitaron todas las monedas que llevaba y luego huyeron. Neftalí siguió, pues su camino, harapiento y sin un céntimo. En eso divisó una casa azul y sin dudar se dirigió a ella. Una muchacha de ojos de gacela y labios de cereza le abrió la puerta. No bien la miró, Neftalí se dijo que la haría su esposa.
-¿Cómo te llamas?- preguntó con un hilo de voz.
-Belleza del Mundo - dijo ella. Y luego, acercándose a su oído, le dijo en un susurro - : No te conviene quedarte. Aquí vive un brujo con su esposa y yo soy la criada. Me tienen prohibido permitir la entrada a nadie.
Pero el amor de Neftalí fue más fuerte que todas las razones. Estaba decidido a no apartarse de su amada aunque tuviera que enfrentar al mismo diablo.
-Si es tan testarudo, que se quede - dijo el brujo que se acercó al oír la discusión -. Y luego agregó:
-Te voy a dar un trabajo. Si no puedes realizarlo, morirás.
Le dio unas semillas de maíz y de sandía y le dijo que al día siguiente a las doce debía traer los choclos y las sandías maduras.
Neftalí pensó que había llegado su hora. “Tenía razón Belleza del Mundo”, decía. “No debí meterme con estos brujos”.
Belleza del mundo no le perdía pisada y se dio cuenta de sus pensamientos.
-No te aflijas - lo consoló- Yo te ayudaré. Sólo debes arrojar las semillas en la tierra. Después te tiras a dormir bajo ese árbol - Y le señaló la fresca sombra debajo del sauce.
Allí se echó Neftalí a descansar. Cuando despertó, estaba amaneciendo. Debió restregarse los ojos para convencerse de que no soñaba. A pocos metros se extendía un maizal que daba gusto y las sandías crecían enormes y maduras.
La bruja no era ninguna tonta y supo que por ahí había andado la mano de Belleza del Mundo. Se lo dijo a su marido y decidieron matar al muchacho esa misma noche. Pero la joven los escuchó.
-Los brujos planean matarte - dijo a Neftalí en secreto -. Sé que estás enamorado de mí como yo de vos. Pero ellos no consentirán jamás que nos casemos. No tendremos más remedio que escaparnos.
Neftalí estuvo de acuerdo y Belleza del Mundo le pidió:
- Andá al corral y ensillá el overo que hace dos leguas por tranco. No elijas la yegua porque no nos sirve. Es mucha más lenta. Sólo hace una.
Luego entró a su dormitorio y simuló que dormía. Cuando escuchó la piedrita en la ventana, desplegó su vestido sobre la silla y puso en el bolso un peine, un espejo y una polvera. Salió en puntas de pie para no despertar a los brujos.


Los enamorados estaban ya a varias leguas cuando la bruja despertó sobresaltada.
-Qué tontos hemos sido - le dijo a su marido mientras lo sacudía para que se despertara -. Belleza del Mundo se ha ido.
El brujo, a quien nada le gustaba tanto en la vida como dormir, se impacientó:
-Estás delirando, mujer. ¿Por qué en vez de esas absurdas suposiciones no la llamás? Seguro que responderá.
La mujer gritó desde su cama:
-¡Belleza del Mundo!
El vestido contestó por la joven:
-Aquí estoy.
-Ya ves - dijo el brujo. Le dio la espalda y se puso a roncar como un condenado.
La mujer no quedó nada tranquila. Al cabo de un rato volvió a sacudirlo.
-Se nos ha ido Belleza del Mundo.
El brujo estaba cada vez más fastidiado.
-¡Ay, qué mujer! Llamala de nuevo y no vuelvas a molestarme.
-¡Belleza del mundo ! - volvió a gritar la mujer.
Otra vez el vestido contestó:
-¿Me llamabas, mi ama?
No bien amaneció. la mujer se levantó y, nada convencida, fue al dormitorio de la chica. Como era de esperar, sólo vio el vestido desplegado en la silla. Luego se dirigió a los corrales y comprobó la ausencia del overo.
-¿Qué te dije? - le gritó al brujo. Y puso las manos en su cintura mientras de sus ojos salían chispas.
- Bueno, mujer. No te pongas así. Ya volverán - trataba de calmarla él.
- Esperaremos sentados - dijo la mujer -. Vas a tener que perseguirlos. Y es mejor que los encontrés pues sólo nos dejaron una yegua. Los quiero aquí vivos o muertos.
El brujo salió como una flecha pero, como queda dicho, la yegua era bastante lenta. Y además Belleza del Mundo y Neftalí llevaban ya recorrida una gran distancia. En eso la joven miró para atrás y, poniéndose una mano a modo de visera descubrió la nube de polvo.
-El brujo nos persigue - avisó a su amigo-. Cuando se nos acerque, haremos del caballo una planta, yo me convertiré en flor y vos en picaflor. Si quiere cortar la flor, picale un ojo a la yegua y no podrá arrimarse.
Dicho y hecho. Al ver aquella flor tan preciosa, el brujo quiso cortarla, pero el picaflor voló hacia el ojo de la yegua, que corcoveó. El brujo no tuvo más remedio que volverse. Apenas llegó a su casa contó lo sucedido a su mujer.
-Sos un brujo de cuarta - se enfureció ella, levantando los brazos al cielo -. Ni se te ocurrió que la planta era el caballo, Belleza del Mundo la flor y el picaflor su amigo.
Al brujo se le hinchó la vena del cuello, como siempre que se enojaba. Sin decir agua va, montó de nuevo en la yegua y partió a matacaballos.
Belleza del Mundo descubrió otra vez la nube de polvo que avanzaba hacia ellos.
-No nos dejarán en paz muy fácilmente - comentó a su compañero -. Esta vez haremos del caballo una iglesia, los fieles serán sus pelos, yo me convertiré en la Virgen y vos serás el cura. Si te pregunta algo deberás responder: “Santa María yo no he visto nada”.
-Padrecito - se acercó a preguntar el brujo - : ¿Por casualidad no ha visto pasar por aquí a dos jóvenes montados en un overo?
-Santa María, yo no he visto nada - respondió Neftalí. Y todos los fieles repitieron a coro - : Santa María no hemos visto nada.
Convencido de su mala suerte, el brujo decidió regresar.
-Sos un tonto - se enojó de nuevo la mujer -. ¿Cómo no te diste cuenta de que la iglesia era el caballo y los fieles sus pelos? Tampoco pudiste adivinar que Belleza del Mundo era la Virgen y el cura su amigo ? Ah, los hombres no tienen remedio. Iré yo.
Salió al galope en la yegua, que ya estaba muy cansada.
Belleza del Mundo puso la oreja en tierra y escuchó el galope. Pero no perdió la calma.
-Seguramente esta vez viene a alcanzarnos la bruja. Pero no te preocupes - tranquilizó a su compañero. Tiró el peine al suelo y al instante se formó allí mismo un pencal tan espeso y erizado de espinas que la mujer tardó dos días cruzar. Estaba de nuevo a punto de alcanzarlos cuando la joven arrojó su polvera. Al instante vieron levantarse ante ellos una altísima sierra.
La bruja la atravesó a regañadientes y por dos veces estuvo a punto de desbarrancarse. Las piedras resbalaban al precipicio empujadas por las patas de la yegua. Cuando nuevamente pudieron acercarse, ella y la yegua desfallecían de cansancio.
Belleza del Mundo no perdió un segundo y arrojó el espejo, que se convirtió en un enorme lago. Sus aguas eran claras y frescas y los dos amigos nadaron sobre ellas convertidos en patos.
La bruja le tenía mucho miedo al agua pues no sabía nadar. Tiró sus argollas mágicas a ver si así los alcanzaba. Tenía la propiedad de que hombres y animales murieran apenas los tocaban. Pero los patos se hundieron a tiempo y las argollas quedaron flotando.
Resoplando de furia y de despecho, la bruja gritó a Belleza del Mundo.
-El que te lleve te olvidará cuando lo abracen.
Aliviados y felices, los jóvenes continuaron su camino. En la preocupación de la fuga, habían perdido toda noción de dónde estaban. Atravesaron un río bordeado de sauces y a Neftalí le pareció reconocer el paisaje. No tardó en divisar las torres del palacio de su padre.
-Esperame aquí - dijo a su amiga -. Avisaré a mis padres que has venido conmigo. Vendré a buscarte con todos los honores.
-Por favor - suplicó ella-. Si vas a tu casa tus padres te abrazarán y te olvidarás de mí.
Pero Neftalí estaba impaciente por reencontrarse con los suyos y no escuchó razones.
Gran algarabía hubo en el palacio cuando vieron al joven. Neftalí, acordándose de la maldición de la bruja, pidió a sus padres que no lo abrazaran. Cuando se sentó a contar sus aventuras, su perrito le rodeó las piernas con las patas. Al instante se olvidó de su novia y de todo lo sucedido.
Belleza del Mundo esperó y esperó. Al ver que Neftalí no regresaba, caminó sin rumbo. No lejos de allí se alzaba un ranchito. A su llamado acudió una anciana.
-¿En qué puedo servirte?- preguntó solícita.
-Por favor, quisiera algo de comer y un lugar para dormir.
La anciana compartió con ella su comida y le dejó su cama para que durmiera.
Entretanto, Neftalí continuaba en el palacio sin acordarse de nada. Así pasaron varias semanas. Un día, el rey le dijo:
-Ya has visto el mundo. Ahora deberías pensar en casarte. La hija del rey del país vecino sería una esposa adecuada.
Al príncipe no le pareció mala la idea de tener una esposa.
A la boda acudieron de todas partes. Se sirvieron pavos adobados, humita en olla y también carbonada. En eso llegó un coplero, que amenizó la fiesta con sus cogollos:

Señora María que viva,
gagito de verde pino,
se seca cuando no hay agua,
se marchita si no hay vino.

A la mitad de la fiesta apareció Belleza del Mundo. Calzaba botines dorados y vestía pollera azul de lino con blusa de organdí. Después de que el coplero cantó, se ofreció a decir algunas entretenciones. Llevaba con ella una gallina y un gallo y decía a quien quisiese oírla que sabían hablar.
Todos miraron atentos cuando la joven puso las dos aves en medio del salón. Luego de dar varias vueltas y giros, el gallo y la gallina comenzaron a dialogar.
-¿Te acordás gallito de cuando salimos aquella noche en el overo tapado? -preguntó la gallina.
-Co, co, co, que no me acuerdo - dijo el gallo.
-¿Te acordás gallito de cuando el brujo estaba por alcanzarnos y para desorientarlo transformé el caballo en una planta y nosotros nos convertimos en una flor y en un picaflor?
-Co, co, co, que no me acuerdo - volvió a decir el gallo.
-¿Te acordás gallito de cuando nos persiguió la bruja y yo tiré el peine que se convirtió en un pencal?
-Co, co, co, que no me acuerdo - dijo otra vez el gallo y ya los invitados se preguntaban qué clase de cuentos eran ésos.
-¿Te acordás gallito de cuando la bruja casi nos alcanza y yo tiré la polvera que se transformó en una montaña que tardó dos días en atravesar?
-Co, co, co, me parece que sí - dijo el gallo, agitando las alas.
-Ya que te estás acordando - insistió la gallinita - ¿Por qué no tratás de recordar cuando la bruja se nos venía nomás encima y yo tiré el espejo que se transformó en un lago y nosotros en patitos? ¿Te acordás que no sabía nadar y por eso nos tiró las argollas mágicas? ¿Te acordás de que cuando no pudo alcanzarnos nos echó la maldición de que me olvidarías si te abrazaban ?
El gallito alzó la cabeza, lanzó un Ki Ki rikiki ! que dejó a todos estupefactos y contestó :
-¡Ahora sí que me acuerdo de todo!
Nefatlí, que escuchó el diálogo sin perder palabra, sintió que algo se le derretía en el pecho. Se incorporó en el asiento y, señalando a Belleza del Mundo, dijo en voz muy alta para que todos lo oyeran:
-Queridos padres e invitados, ésta es mi verdadera novia y es con ella con quien quiero casarme.
Le pidió disculpas a la otra novia que, al saber lo sucedido, comprendió enseguida y se quedó a brindar con ellos. No tuvo tiempo de entristecerse pues un invitado de grandes ojos negros y corbata de moñito la sacó a bailar.
Los festejos continuaron toda la semana
y fueron felices ,
comieron perdices,
a mí no me dieron
porque yo no quise.

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