martes, 2 de junio de 2009

Misterios gozosos- Rosario Castellanos

I

Ah, nunca, nunca más la conocida
ternura, la palabra pequeña, familiar
que cabía en mi boca.

Nunca ya mi cabeza
segada dulcemente por la mano más próxima.

Nunca la juventud como una casa
espaciosa, asoleada de niños y de pájaros.
Adiós para la tierra que en mi torno bailaba.
Voy a entrar en tu hora, soldead; en tu mano, destino.

10

Alrededor de mí - lo estoy mirando
como en torno de un huérfano
un grupo de mujeres solícitas, piadosas-
mueve su lenta ronda protectora
la casa.

Madre que abre las puertas como abriera los brazos,
que ha levantado el techo igual que se levanta
la mano en bendición por sobre mi cabeza,
y que ofrece el arrimo de sus paredes sólidas
como quien da a un polluelo el hueco de sus alas.

Yo ya no puedo hablar. No tengo más palabras
que las que el amor unge y santifica
para mostrar aquí mi corazón
contento y sosegado,
en medio de la casa dumiendo, como aljibe
colmado.

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