Abrir la palabra como el
arca
que guarda los enigmas
como ese animal que nos
expresa con sus ojos
en las tardes en que la
lluvia nos distrae
Porque hemos aprendido a no
saber
a no mirar la frente donde
aletea ese fulgor nocturno
a vestirnos tan sólo con las
plegarias de la vigilia
Sin embargo también
pertenecemos a aquello
que sin nombrarnos nos
describe
a esa orilla llameante en
donde todos los gestos
tienen el resplandor rojizo
de un olvidado poderío
Allí se ha cumplido todo
Allí recibimos el beso de la
revelación
el zumbido incansable de una
ley más fugaz que el relámpago
Paulina Movichoff- Coral en la tiniebla
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